Cierra los ojos, separa los brazos y ofrece su rostro a las ráfagas de viento y de aire marino. Sabe que está mal.
¿Por qué solté tu mano?
Se siente aspirada por el vacío y vacila como una llama.
Entonces, lucha. No debe apagarse. No debe venirse abajo. Porque si cae, nadie la atrapará antes de que se estrelle.
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